Con los pies en el suelo: el grounding y la sopa de ajo

Publicado el : 17/04/2024
Categorías : Ideas

Hay días en los que a uno le duele todo y no por haber realizado ningún ejercicio brusco ni ningún mal gesto.
La ciencia está demostrando que el ser humano es como una antena emisora y receptora de vibraciones y hoy en día se sabe que la postura del cuerpo afecta al cerebro así como existen numerosas investigaciones que están demostrando lo que ciertas culturas ancestrales ya conocían y es que la comunicación entre el cerebro y el cuerpo es bidireccional.

Cuando en occidente hacemos referencia a la mente, señalamos el cráneo, como si dentro del mismo estuviera esta contenida. Los budistas, al hablar de la mente, se ponen la mano en el corazón, porque la mente también forma parte del cuerpo físico que puede acumular traumas pasados, sin por ello ser nosotros conscientes de los mismos ya que se registran en el inconsciente.


Entre las recientes investigaciones, se ha demostrado que la respiración nasal regula mejor las emociones que la oral, que el intestino influye sobre el cerebro y no al revés, que la postura corporal actúa sobre el sistema nervioso. Una de las relativamente nuevas divulgadoras científicas es Nazareth Castellanos y en su página se pueden encontrar numerosos artículos a estos efectos.

El cuerpo, siendo nuestro vehículo, recibe información exterior que procesa y traduce en forma que nuestro cerebro pueda comprender. El lenguaje del cuerpo es hormonal. Así, aprendemos a guiarnos de la mejor manera posible por este vasto mundo. Conocerse a uno mismo, entender lo que nos ocurre es de vital importancia para nuestra supervivencia y para una buena coalición del grupo o tribu. No debemos olvidar que el ser humano es, ante todo, un ser social. El aislamiento y el destierro significaron la muerte en algún momento de su existencia.

 

En Transporterra hemos querido probar el grounding, una tendencia que se está poniendo de moda como manera de descargar el cuerpo de energías negativas. Se trata de descalzarse y poner los pies en la tierra. Si es fértil, mucho mejor. 

 

No pretendemos darle excesivo bombo y platillo a algo que, sin remontarnos demasiado lejos, nuestros padres y abuelos ya conocían y no precisamente por tendencias de moda, sino porque en los pueblos así se hacía. No hemos inventado la sopa de ajo, desde luego que no. Tampoco vamos a entrar a discutir si la vida era mejor o peor. Como en todo, seguro que tenía lo positivo y lo negativo de su época, cualquier tiempo pasado no fue forzosamente mejor. 


No obstante, sí que queremos alertar sobre la pérdida del contacto con la naturaleza y la imperiosa necesidad de vinculación con la madre tierra que es la que nos provee de raíces y alimento. Así que, ni cortos ni perezosos hemos ido al encuentro de un pedacito de césped, tierra húmeda, nos hemos descalzado, hemos plantado los pies en la tierra y hemos sentido el arraigo a la Naturaleza. Tras cuatro inspiraciones profundas, con los pulmones llenos de vida, el sol primaveral azotando la piel mientras el aire todavía frío se colaba por los escotes con ganas de verano, nos hemos vuelto a poner los zapatos para proseguir nuestro camino, un poco más presente y menos pasado y futuro. 

Quien no tenga un pedacito de tierra, puede hacerse uno con las mesas de cultivo de Transporterra… ¿Y por qué no?